Manuel Espino: úsese y tírese
Suele identificarse al duranguense Manuel Espino con un PAN viejo, pasado de moda, reaccionario, apegado al catolicismo más intolerante y ferozmente anti-laico. Espino se esfuerza día a día en demostrar que todas estas acusaciones son ciertas; sin embargo, ha aprendido a coincidir, cuando menos en un vértice, con el sentido de la carrera de otro panismo, pragmático y (supuestamente) “moderno”, representado por figuras tales como las de Camilo Mouriño y César Nava. La angustia y desesperación con que acogieron la muy grande posibilidad de perder la presidencia, obligó a “viejos” y “nuevos” panistas a acordar que, desde el 1º de enero de 2006, la forma en que los partidos llevarían a cabo sus campañas electorales cambiaría para siempre en nuestro país.
Si bien Espino hubiera preferido entenderse con Alberto Cárdenas, actual secretario de Agricultura, como “hombre del PAN” en la presidencia de la república –ambos son adeptos de la sociedad secreta denominada “El Yunque”–, los votos de los militantes por Cárdenas, quien en ningún momento se desplazó por encima del tercer lugar durante la contienda que definiría quién sería el candidato presidencial del partido, únicamente sirvieron para despojar a Santiago Creel (tampoco mal visto por Espino) de la posibilidad de suceder a Vicente Fox como primer mandatario, lo que redundó en beneficio del nombramiento de Felipe Calderón.
Calderón, pese a la inocultable antipatía que siente por Espino, contó con él como uno de los más aguerridos soldados de la campaña sucia calderonista en contra de Andrés Manuel López Obrador. A lo largo de más de medio año, el anticuado Espino hizo suyas las tácticas de los jóvenes ejecutivos de empresa (Nava, Mouriño) que actúan como asesores de Felipe Calderón. Tan comprometido estuvo Espino con esa campaña, que recientemente ha sido invitado por alguna universidad privada a platicar sobre las estrategias electorales del PAN en 2006.
¿Cómo recompensó Calderón a Espino por sus servicios? Aislándolo. Retirando de su proximidad, de su coto de influencia, cualquier instancia de poder. Espino ha denunciado en repetidas ocasiones cómo el Jefe de la Oficina de la Presidencia, Camilo Mouriño, intriga para que el partido, cuya independencia Espino cree garantizar, quede subordinado por completo a la voluntad de los hombres de Calderón.
Durante la Asamblea Nacional del PAN del pasado sábado, un grupo de delegados de los estados de México, Veracruz y Zacatecas manifestó estruendosamente su (¿inculcado?, ¿insincero?) repudio a Manuel Espino. No se trata, por supuesto –Salvador García Soto y demás loros se equivocan–, del anhelado divorcio del Yunque y el PAN, pues tan yunquista es Espino como lo es César Nava, a quien parecen apoyar los anti-espinistas del sábado, y quien probablemente sustituirá al duranguense en el liderazgo panista. Lo que está ocurriendo es, en realidad, la transformación cada vez más acabada del PAN en lo que fue el PRI durante 70 años; en palabras del propio Espino, “un apéndice del gobierno”.
Original post by Eratóstenes Horamarcada
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