Donde cesa la utopÃa
Frei Betto*
Adital
27 de agosto de 2007
Traducción de J.L.Burguet
Juan Pablo II nombró el año 2000 al inglés Tomás Moro (1478-1535) patrono de los polÃticos. Hizo una buena elección, considerada la ambigüedad de la mayorÃa de los polÃticos. Canonizado en 1935 por el papa PÃo XI y poco conocido por su supuesta santidad, Moro es famoso por ser el autor de un libro clásico, “UtopÃa” (1516), término que acuñó a partir del griego utopos, que significa ‘ningún lugar’.
Moro se inspiró en Luciano, satÃrico griego del siglo 2º, autor de “Historia verdadera”, y en Erasmo, de quien era amigo, autor de “Elogio de la locura” (1511), quien en carta dirigida a Moro afirmó que “las jocosidades pueden conducir a algo más serio”. Es lo que hace la buena literatura de nuestro VerÃssimo.
En su obra Moro describe la comunidad de una isla en la que no habÃa dinero ni propiedad privada, y se admitÃan adoradores del sol y de la luna. “Todos eran libres para practicar la religión que mejor les pareciera, y podÃan intentar atraer a otras personas a su propia fe, siempre que lo hicieran tranquila y educadamente, por medio de argumentos racionales”.
El autor tenÃa como objetivo protestar contra las injusticias de la Inglaterra de su época: pobreza generalizada, criminalidad, pena de muerte a quien robaba para matar el hambre. “Ustedes los ingleses -dice el narrador de la “UtopÃa”- me recuerdan a los profesores incompetentes, que prefieren reprobar a sus alumnos antes que enseñarles. En vez de infligir esos castigos horribles, serÃa mucho más adecuado proporcionar a todos algún medio de sobrevivencia, de modo que nadie se encuentre en la terrible necesidad de convertirse, primero, en ladrón y después en cadáver”.
En la isla de Moro “todos reciben una porción justa, de modo que nunca haya pobres o mendigos. Nadie es propietario de nada, pero todos son ricos -a fin de cuentas ¿Qué riqueza mayor puede haber que la alegrÃa, la paz del espÃritu y estar libre de angustia?”
Dos factores hicieron que Moro renegase de sus antiguas ideas y se volviera contra Moro: la Reforma de Lucero y su nombramiento como funcionario real en 1518. Picado por la mosca azul, el poder se le subió a la cabeza. Luego fue promovido a ‘consejero teológico’ y en 1529 nombrado Lord Canciller de Enrique VIII.
Lo que antes veÃa como deseable, ahora que habÃa llegado al poder le parecÃa peligroso. Prefirió olvidar lo que predicó y escribió. A pesar de que la comunidad de la “UtopÃa” se parezca al comunismo, Moro, enemigo de la Reforma, pasó a atacar la vida común de los anabaptistas como herejÃa terrible, y volvió a defender a los ricos propietarios de tierras.
Lord Moro prohibió más de cien libros, persiguió a quien no profesaba la fe católica, entre los cuales estaba el teólogo protestante William Tyndale, quien tradujo la Biblia al inglés. Según su biógrafo, John Guy, Moro aplicaba severamente las leyes que decretaba: “los vendedores de libros eran apresados y multados, sus montones de literatura herética quemados en la plaza pública”, y ellos obligados a desfilar los dÃas de mercado, cabalgando hacia atrás, para que el pueblo les tirase frutas podridas.
En el epitafio que redactó para sà mismo Moro afirmaba orgulloso haber sido un “perseguidor de ladrones, asesinos y herejes”. Esta última palabra fue suprimida cuando se le cambió de sepultura en el siglo 19.
En 1533 Enrique VIII se separó de Catalina de Aragón, enamorado como estaba de Ana Bolena. Dado que Roma le negó la anulación del matrimonio, para legalizar su divorcio y volver a casarse de nuevo por la Iglesia, el rey se atribuyó a sà mismo la autoridad del papa y fundó la Iglesia Anglicana. Por oponerse a aceptar a Ana Bolena como reina de Inglaterra y ponerse de parte del papa Clemente VII, que excomulgó a Enrique VIII, Moro fue decapitado en 1535.
¿El poder es antiutópico o distópico por naturaleza? ¿Por qué hoy tantos que antes elevaban su voz contra el poder del capital y desplegaban banderas progresistas, de leones bravos se convirtieron en dóciles corderos del rebaño neoliberal?
Pienso que el poder, debido a las urgencias del presente, hace que se pierda la visión de futuro. Y como el poderoso tiende a perpetuarse en el cargo -a menos que se vea alejado de él por el fin del mandato, por la Justicia, por la presión popular o por la muerte-, trata de reducir el proceso histórico a su momento personal. Se cree el comienzo y el final, sin conciencia de que no pasa de ser un mediador (medio) del mandato popular. De ahà el peligro de transformarse en una figura ridÃcula, mera caricatura de sus ambiciones desmedidas. En su pobre topÃa ya no queda lugar para la utopÃa.
* Fray dominico. Escritor. Autor de La mosca azul. Reflexiones sobre el poder, entre otros libros.
Original post by Eratóstenes Horamarcada
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