La ciencia ¿es machista?
Marcelo Colussi
En la sección cultural de la edición digital del diario español El Mundo, puede consultarse el artículo “Científicamente perfecta“. Allí se lee que “La actriz Jessica Alba tiene las proporciones perfectas para una mujer. El piropo le llega de un grupo de científicos británicos, que ha elaborado una fórmula matemática para medir el atractivo sexual femenino. La ecuación se basa en la proporción entre la anchura de la cintura y de las caderas y, al parecer, la mejor relación entre los parámetros cintura-cadera es un 0,7, precisamente la que tiene hoy por hoy la protagonista de ‘Los cuatro fantásticos’. Según este estudio, Marilyn Monroe era casi perfecta, porque contaba con una proporción de un 0,69, y la modelo Kate Moss, siempre en el punto de mira por su extrema delgadez, se aproxima con un 0,67”.
Lo de “científico” seguramente habrá que tomarlo con pinzas. El supuesto grupo de investigadores británicos que genera la información no queda aclarado quién es, dónde trabaja, dónde publicó su hallazgo. Quizá, por último, ni existe. Pero como sucede muchas veces, cada vez con mayor frecuencia en el ámbito mediático, el hecho a ser divulgado no importa si existe; lo que importa es cómo se lo presenta, cómo “se vende”. Y aquí lo importante es que “la ciencia” habla para darnos una verdad.
Ahora bien: independientemente de la existencia o no de este grupo de sabios, ¿será cierta la verdad transmitida? A mayor “perfección”, mayor atractivo sexual. Suponiendo que así fuera la ecuación, ¿qué les queda entonces a las menos perfectas?
Que machos y hembras de la especie humana nos hemos cortejado y apareado desde siempre a través de la historia, es un hecho. Y nadie se ha quejado mucho de eso en general, aunque la pareja en cuestión no haya sido precisamente la más “perfecta” según las proporciones indicadas por el estudio. Por supuesto que, obviamente, hay especímenes más atractivos que otros, en ambos sexos. Negarlo sería una tontera. Todos somos iguales, pero algunos/as atraen más en términos sexuales que otros. En los salones de baile uno/a elige a quien más le “entra por los ojos”, y en esto de los gustos no hay límites; pero sin dudas que algunos/as tienen más seguidores/as que otros/as, por las proporciones del cuerpo, por el color de ojos o por quién sabe qué toque mágico. Además, a los 50 años nadie –varón o mujer– es tan atractivo como a los 20. Lo cual no quita que a esa edad también se pueda tener una activa –o activísima– vida sexual, pese a las canas o a las arrugas. Pero es un hecho que las “perfecciones” estéticas se van marchando con los años, aunque la experiencia acumulada pueda suplir, y con creces, la posibilidad del goce, habiendo perdido incluso la belleza juvenil.
De todos modos, en lo humano la biología no explica todo. Es más: explica apenas un poco. Los atractivos sexuales tienen que ver en buena medida con las perfecciones corporales, con los dispositivos físico-químicos que nuestra genética nos permite. Pero la verdadera dinámica humana va más allá. También los “no-perfectos” –según los patrones del estudio de marras– se atraen, se enamoran, hacen el amor, gozan. Gorditas, panzones, calvos o flacas con poco pecho también la pasan muy bien, tienen orgasmos de ensueño y pueden vivir sin “acomplejarse” aunque no entren en lo parámetros de la perfección anatómica. Porque, en definitiva, ¿desde dónde se define lo perfecto?
Esto, en última instancia, enseña dos cosas: por un lado, que el fenómeno humano está totalmente bañado por la civilización, por el mundo simbólico, y que los mismos disparadores visuales que efectivamente funcionan en otras especies animales, en nuestro ámbito han quedado teñidos por la cultura. Y por otro lado, queda claro que el machismo sigue presente en la cultura, en todas (también en la de quienes produjeron el estudio).
¿Por qué es perfecta esa “muñequita” con proporciones matemáticas? ¿Para quién es perfecta: para los ojos del macho? ¿De todos los machos? Como dijimos: aún alejándose de esa “perfección”, varones y mujeres hace más de dos millones de años que nos atraemos, y las pancitas crecidas no lo impiden. ¿O vamos a seguir abonando la cultura de la imagen que “vende”, el show mediático de la top model cuya foto se arregla con programas computacionales? ¿Esa es la perfección a que aspiramos? ¿Y qué hacemos los que no somos “perfectos”?
Los seres humanos tenemos arrugas, nos salen granitos, transpiramos, envejecemos y nos aparecen las canas, presentamos estrías y con los partos vienen las várices… ¡Nadie es perfecto! Es muy probable que lo dicho por estos científicos tenga un nivel de verdad: la belleza anatómica existe y entra por los ojos, y por supuesto está en dependencia de composiciones espaciales que guardan determinadas proporciones, por cierto matematizables. Pero más aún, está signada por el hecho cultural. Para algunos/as la belleza se mide por el tamaño del hueso atravesado en la nariz o en los labios, o por la cantidad de tatuajes que presenta todo el cuerpo. Y esa gente también se emociona y se excita con su pareja. Para hablar de un estudio serio, habría que incluir a los representantes de estas culturas también al momento de sacar conclusiones.
Hablar de “la perfección” en la belleza –de lo cual pueden desprenderse entonces concursos para establecer quién es más bello– es equiparable a hablar del “triunfador”, del “number one”. No puede ponerse en juicio la formulación de estos científicos –en general a los varones occidentales les llama más la atención un cuerpo de muñeca Barbie 90-60-90, no hay dudas–; pero de ahí a equiparar esa proporción con “la perfección” pareciera que hay un paso demasiado largo, que sólo una visión machista posibilita dar. Hayan sido o no los científicos británicos referidos quienes afirmaron esta tesis, o los redactores del portal que la difunde –poco importa eso– lo cierto es que el estereotipo prejuicioso se sigue filtrando. ¿Habrá también “proporciones perfectas” para los varones? ¿Y qué hacemos los que no entramos en esa categoría? ¿No tiene algo de agraviante hablar de “perfección” versus los/las que no la tenemos?
En definitiva: ¿qué nos importa, para qué nos sirve buscar estas “perfecciones” visuales? ¡Como si eso, acaso, asegurara mayores cuotas de felicidad! ¿O avalamos la cultura centrada casi enfermizamente en la imagen?
Original post by Eratóstenes Horamarcada
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